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Nuevos retos para escribir en el 2019. El lenguaje


Hace pocas décadas la literatura era un espacio privilegiado, tanto para escritores como para lectores que eran una minoría, comparados con los que escriben y leen hoy. Esta

evolución se debe tener en cuenta a la hora de escribir una historia.


El lenguaje

Cuando se lee un libro considerado bestseller lo primero que salta a la vista es el uso sencillo del lenguaje y la ausencia de palabras ampulosas, algo que era totalmente imprescindible en tiempos en que Leopoldo Alas Clarín escribió La Regenta, por citar un ejemplo. Usar este tipo de lenguaje rebuscado te señala, no como novato, sino como aprendiz.

Ahora viene la parte que podría parecer contradictoria: para usar con efectividad un lenguaje sencillo, es necesario tener un vocabulario muy extenso. Esto se debe a que solo conociendo un gran número de palabras podemos elegir la más precisa y ser capaces de distinguir esos pequeños matices que diferencian una palabra de otra. Tomemos un ejemplo de un libro real:

"(...) el mecanismo del burdel era pagar en una ventanilla antes de poder llevarte a la chica que habías elegido. Muy apresurado entregué la cifra establecida para alguien como Olivia y la cajera me devolvió un recibo que me convertía en su dueño por unas pocas horas".

A simple vista todo está bien, pero un lector sagaz se dará cuenta de que "devolver" es

restituir, reponer algo que se ha recibido o tomado con anterioridad. Por lo tanto, en este ejemplo lo más adecuado habría sido "...y la cajera me dio a cambio un recibo que...".

Es vital aprender la diferencia entre lenguaje sencillo y pobreza léxica.

Más adelante en ese mismo aparece una descripción de una escena erótica entre el protagonista y la chica: "le acaricié tímidamente su tibia vagina..." ¿Vagina? Una simple palabra mal usada arruinó un pasaje que pudo haber sido clave para el relato. Es un término puramente anatómico que aleja el texto de su entorno sensual.

En caso de que el escritor sienta la necesidad de emplear términos más cultos tiene la opción de crear uno de sus personajes con esta característica. Esta estrategia enriquecerá mucho la obra y marcará mejor su estilo como autor.


Lo políticamente correcto

Otra de las disyuntivas a las que se enfrentan los escritores de estos tiempos es la del lenguaje políticamente correcto y todos los cambios que se han ido generando en el mundo de hoy y que, por lógica, forman parte del marco histórico de una época que evoluciona con mucha más vertiginosidad que la de hace unas décadas, pero que, sin embargo, se muestra mucho más exigente, sensible y crítica.

¿Cómo tratar temas como el racismo, la violencia o la homosexualidad y que pase los filtros de la censura?

Me encantaría poder decir que el autor debe sentirse libre de manifestar lo que desee, pero en la práctica funciona de otra forma. Lo ilustraré con una breve anécdota de otro texto real. Se trata de una obra de ciencia ficción en la que uno de los personajes principales regresó a la tienda de antigüedades donde trabajaba la protagonista para entregarle un sable todopoderoso. El anciano reapareció rejuvenecido con pelo rubio y ojos azules. Cuando llegó el momento de confesarle que él era la misma persona, pero que se había visto obligado a hacerse algunos cambios externos para pasar inadvertido, la protagonista expresó admirada: "¡Hmm! Rubio y de ojos azules...¡No eres bobo!". Esta frase fue suficiente para que recibiera críticas que tachaban la obra de racista.

Como defensores de la libertad de expresión y pensamiento, esta censura me resultó absurda, pero la realidad es que pocas editoriales se someterían a correr el riesgo de patrocinar una obra que ponga de manifiesto alguno de estos criterios que se consideran discriminatorios. La decisión final corresponde exclusivamente al autor y a su disposición de enfrentar o defender su punto de vista.

La única recomendación posible es analizar si realmente se trata de una postura que como autor se desea asumir o si responde solo a estereotipos involuntarios. En el segundo caso, es preferible modificar estos patrones tradicionales por descripciones novedosas, teniendo en cuenta que pocos de los que escribimos en castellano poseemos las características físicas que siempre han predominado en la literatura como sinónimo de belleza, me refiero al pelo necesariamente rubio y los ojos indefectiblemente azules. Es muy importante aclarar que no se trata de un tema político ni mucho menos, sino de cómo sortear este obstáculo real que se podría interponer entre una obra y su éxito.

Todo lo dicho está argumentado con las censuras de las que han sido objeto clásicos de la literatura como Caperucita Roja (sexista), Huckleberry Finn (racismo) y Otelo, el moro de Venecia (violencia de género).


El boom de la autopublicación y la coedición

Existen muchas plataformas de autopublicación y otras tantas de coedición. Esta competencia atenta de forma severa contra la calidad de la obra como producto final, debido a que el único interés de estas empresas virtuales es ganar dinero sin haber invertido capital propio en la publicación de millones de ejemplares.

Uno de los puntos que más afectado se ve con este nuevo sistema es la corrección de los textos.

¿Por qué?

Sencillo. La ganancia de cualquiera de las dos modalidades está garantizada porque el cliente ha pagado con anterioridad, a diferencia de las editoriales tradicionales en las que todo el gasto corría a cargo de la editorial la cual, a su vez, apostaba su prestigio como sello. Aún existen, pero solo publican a escritores consagrados garantizando así sus ganancias.

Volviendo al tema de las autopublicaciones y las coediciones, en ambas aparece un fenómeno común y es la falta de rigurosidad en cuanto a ortografía y sintaxis gramatical, aun cuando se haya contratado a un experto en el tema.

Solo un iluso puede creer que se puede procesar tanto volumen de texto en tan poco tiempo sin auxiliarse de autocorrectores que faciliten tan engorrosa y ardua tarea. Esta práctica va a reflejarse en el resultado final porque los correctores automáticos están muy distantes de la perfección, mucho más cuando el lenguaje original de estos programas informáticos no son en español, es decir, podrían estar obsoletos teniendo en cuenta las continuas actualizaciones que suele hacer la RAE (Real Academia Española).

Para evitar este contratiempo, lo ideal es solicitar a quienes le hemos encargado la corrección de nuestro texto, un informe de cada subsanación y la razón que la justifica.

Otra fórmula es insertar intencionalmente una frase al estilo de: "Acabarás harta de lavar, amada Sara". Ningún autocorrector detectará el efecto cacofónico de esta frase y sabremos si el profesional contratado para la revisión de nuestro libro, lo leyó línea por línea como debe hacer un profesional serio.

Siempre recuerda que, como escritor, estás obligado a perfeccionar la ortografía y la sintaxis gramatical porque forman parte de las herramientas de tu trabajo. Mientras tanto, evita frases largas y oraciones subordinadas que puedan afectar la correcta concordancia.

Cualquier corrector profesional o editora tiene tendencia a rechazar un texto con demasiadas faltas.

Si bien es cierto que un genio como García Márquez no era muy aventajado en esta área, con seguridad tenía quien lo hiciera meticulosamente por él antes de enviar su propuesta a una editorial en tiempos en que no existía la autopublicación.










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