UNO DE LOS ACONTECIMIENTOS MÁS SILENCIADOS DE LA HISTORIA
El 3 de marzo de 1950, la niña Mónika llegó a Bolivia a través de la llamada "ruta de las ratas", sendero que facilitó la huida de miembros del régimen nazi hacia Sudamérica al finalizar el conflicto armado más grande y sangriento de la historia universal: la Segunda Guerra Mundial.
Viajó acompañada de su padre, Hans Ertl, más conocido como el fotógrafo del Führer , ya que su labor era documentar las zonas de acción del regimiento del famoso mariscal de campo, apodado el “Zorro del Desierto” Erwin Rommel, en sus travesía por Tobruk, África, así como la majestuosidad, la estética corporal y las destrezas atléticas de los participantes alemanes en los Juegos Olímpicos de Berlín (1936).
A su llegada a Suramérica se establecieron entre la espesa e intrincada vegetación brasileño-boliviana. En una propiedad de 3.000 hectáreas construiría con sus propias manos y materia autóctona lo que fue su hogar hasta sus últimos días: “La Dolorida”.
Mónika se crió en un círculo tan cerrado como racista, en el que brillaban tanto su padre como otro siniestro personaje al que ella se acostumbró a llamar con cariño “El tío Klaus”. Un empresario germano y ex jefe de la Gestapo en Lyon, Francia.
Klaus Barbie, cambiaría su apellido por “Altmann” antes de involucrarse con la familia Ertl. En el estrecho círculo de personalidades en La Paz, donde este hombre ganó suficiente confianza de tal forma que, el propio padre de Mónica, fue quien lo introdujo, incluso, le consiguió su primer empleo en Bolivia como ciudadano judío alemán.
La protagonista de esta historia, se casó con otro alemán en La Paz y vivió en las minas de cobre en el norte de Chile pero, luego de diez años, su matrimonio fracasó y ella se convirtió en una política activa que apoyó causas nobles. Entre otras cosas ayudó a fundar un hogar para huérfanos en La Paz, ahora convertido en hospital.
Vivió en un mundo extremo rodeada de viejos lobos torturadores nazis. Cualquier indicio perturbador no le resultaba extraño, sin embargo, la noticia de la muerte del Che generó una postura combativa, idealista, perseverante. Su padre fue el más sorprendido y, muy a su pesar, la echó de la granja. Quizás ese desafío produjo en ella cierta metamorfosis ideológica en los años 60, hasta convertirse en colaboradora y defensora de los izquierdistas en Sudamérica.
Rompió con sus raíces y dio un drástico giro para entrar de lleno a la milicia empuñando el brazo con la Guerrilla de Ñancahuazú, tal como lo hiciera en vida su héroe por la desigualdad social.
Mónica dejó de ser aquella chica noble para convertirse en “Imilla la revolucionaria” refugiada en un campamento de las colinas bolivianas convirtiéndose en una clave operativa para el ELN.
Durante los cuatro años que permaneció recluida en el campamento escribió a su padre, solamente una vez por año, para decir exclusivamente: "no se preocupen por mí… estoy bien". Lamentablemente, nunca más la volvieron a ver; ni viva, ni muerta.
En 1971 cruza el Atlántico para volver a Hamburgo en su natal Alemania para asistir a una entrevista con Roberto Quintanilla Pereira, entonces cónsul boliviano en la capital germana.
La mañana del 1 de abril de 1971, la joven Mónika entró a la recepción donde por unos minutos se detuvo a contemplar detenidamente los cuadros que colgaban en la pared y que reproducían paisajes latinos. Cuando el diplomático la vio quedó pasmado ante tan impresionante belleza y tal vez eso fue lo que le impidió ver que la mujer extraía de su pequeño bolso un Colt Cobra y, sin pestañear, vaciaba el arma sobre él dejándolo sin vida en el acto. ¿La razón? Roberto Quintanilla Pereira fue el hombre que había ordenado la amputación de las manos del Che luego de su ajusticiamiento en la Higuera el 9 de octubre de 1967. Por esta razón y como medida de protección se le había asignado como diplomático al otro lado del mundo.
A partir de ese momento, Mónika se convirtió en la mujer más buscada por las autoridades internacionales, tanto a pedido del gobierno alemán como por la CIA, pero pudo sobrevivir hasta 1973, año en que cae en una emboscada tendida, según fuentes fidedignas, por el hombre a quien llamó toda su vida el tío Klaus, pero que en verdad no era otro que el tristemente célebre "Carnicero de Lyon".
Fuente
Para algunos fue una heroína, para otros una terrorista, pero sin dudas es una de las historias más bien guardadas ocurridas en el mundo.
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