Consejos para escritores noveles: La sobreadjetivación en los relatos

Escribir una novela no es una tarea fácil, si lo fuera todo el mundo lo haría y no se consideraría un arte.

Esto significa que requiere un gran esfuerzo, pero lo positivo de este esfuerzo es que ayuda a ir perfeccionando la técnica hasta el infinito. Sépase que no hay obra literaria perfecta, ni siquiera las más famosas que, en muchos casos, han alcanzado la fama por razones ajenas a su calidad literaria (momento histórico, innovación de un tema poco tocado hasta ese momento, buenas relaciones con editoriales y de todo como en la viña del señor). No existe una obra que les guste a todas las personas. Pero vayamos al tema:

¿Qué es la sobreadjetivación de un texto?

Consiste en el uso indiscriminado de adjetivos que solo entorpecen la fluidez de la lectura y comprometen la coherencia del escrito.

Lo primero se evita usando adjetivos naturales, sí, de esos con los que convivimos a diario y no representan un esfuerzo mental para el lector.

Analicemos este ejemplo:

"Tomás era un joven irreflexivo y decidió enfrentar al abusador vecino".

"Tomás era un muchacho decidido y fue a enfrentar al abusador vecino".

Ambos adjetivos son sinónimos, pero el término "irreflexivo" podría no ser interpretado en este sentido y hasta producir el efecto contrario, dado que además de temerario e instintivo, también equivale a insensato, alocado, irracional e imprudente, característica que no es la que deseamos para nuestro personaje. De ahí la importancia de tener siempre un diccionario a mano. En este caso el WordReference es muy amplio y detallado y nos ayuda a evitar muchas de estas ambigüedades.

Pero mucho mejor sería reemplazar el adjetivo por una acción que lo describa:

" Tomás no lo pensó dos veces y cruzó el muro de un salto para ir a enfrentar a su vecino sin importarle cuán fuerte y agresivo era".

¿Notas cuánto se enriqueció el fragmento?

Ahora hemos logrado una escena dinámica que incrementa la expectativa de lo que ocurrirá a continuación.

Otro ejemplo: "A lo lejos se podía distinguir el blanco vestido de Camila quien acercaba con paso muy acelerado".

¿Hay necesidad de mencionar el color del vestido de Camila? Dependerá de lo que el escritor tenga en mente. Es muy válido si más adelante, Camila se verá envuelta en un suceso de sangre y sea precisamente el color del vestido lo que levante sospechas acerca de su participación en el episodio. Así, vamos tejiendo un argumento coherente y veraz que el lector agradecerá.

"Paso muy acelerado". ¿Qué tal si decimos "casi corriendo"? Es lo mismo, pero con la diferencia de que un gerundio bien colocado le añade ritmo y evita la cacofonía al repetir la terminación que comparten los participios con los algunos adjetivos (Después de haberlo analizado quedé anonadado).

Entonces, queda claro que en materia de colores hay que ser muy cuidadosos y evitar en lo posible "las blancas nubes", "El cielo azul", la "roja sangre" y la "verde vegetación", porque denota escasez de creatividad, pereza y pobreza léxica.

Cuando decimos "adjetivos sencillos" no estamos diciendo "trillados" ni frases hechas. Es común leer "acaudalado señor" como si fuera la única expresión para referirnos a un hombre adinerado, rico, millonario, poderoso, exitoso negociante o empresario, en fin, hay que huir de los esquemas sin caer en la pedantería.

Ambos extremos harán que tanto el editor como el lector se alejen de tu creación.

A veces el autor tiene prisa y esta prisa la refleja en la forma de escribir, atropellando las escenas y acumulando adjetivos sobre adjetivos como si eso garantizara una descripción amplia y es todo lo contrario.

Las buenas descripciones requieren paciencia, imaginación y, sobre todo, coherencia.

Un escritor no debe apresurarse para escribir el final. En ese caso, el mejor consejo es que satisfaga su impulso escribiendo ese final y más adelante retome, revise y rehaga las partes que pudieron quedar incompletas.

Es válido insistir en el dominio de cada adjetivo que se vaya a emplear y cómo lograr que un hecho que sea obvio, resulte siendo interesante o bien descrito.

"Sus sospechas eran ciertas. De pronto vio ante sí al enorme león y sintió un terror indescriptible". Es más que obvio que cualquier persona a la que se le aparezca un león en medio de una selva sienta pánico. Sin embargo, el error está en "indescriptible". Esto ocurre por la prisa de narrar cómo se solucionó la situación sin ponerle atención al resto de los detalles y la salida más fácil es resumirlo todo en un solo adjetivo.

Esa es una de las palabras que jamás debe usar un escritor, porque para quien escribe nada debe ser indescriptible. Lo recomendado es anotar mental o por escrito que ese fragmento está pendiente y continuar narrando la solución.

¿Para qué hacer esto? Esto es muy recomendable porque puede sobrevenir un bloqueo creativo en el escritor, es decir, que pierda la inspiración para contar la batalla entre el hombre y el león con todos los detalles que tiene en mente, al pensar, erróneamente, que hasta que no haya logrado lo de "indescriptible" no puede continuar. Eso no es cierto.

Pocos escritores consagrados lo hacen de forma lineal y ordenada de principio a fin.

Una vez conforme con la narración de la batalla, se retoma lo "indescriptible" y se comienza a intentar darle vida:

"Sus sospechas eran ciertas. De pronto vio ante sí al enorme león y a lo único que atinó fue a mirarlo frente a frente, mientras notaba que su cuerpo se iba cubriendo de un copioso sudor, mientras luchaba sin éxito por retener el poco de aire que la agitada respiración permitía que llegara a sus pulmones. Tuvo el impulso de retroceder, pero sus músculos no respondían, le pesaban demasiado, solo le alcanzó la fuerza para encorvarse con la ilusión hacerse menos visible ante el gigantesco y amenazante animal".

¿Cómo lograr este cambio tan significativo literariamente hablando?

Muy sencillo, basta con investigar algunas reacciones físicas que se ponen de manifiesto cuando el ser humano está sintiendo miedo, se repiten en forma de narración... ¡y listo!

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