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Consejos para ambientar tu novela con eficacia


Crear buenos ambientes y atmósferas en tu novela puede ser tan efectivo como la trama en sí. Durante una narración, tanto el escritor como el lector, hacen juntos un viaje imaginario y mientras más agradable y realista sea este trayecto, habrá mayor probabilidad de que el lector no quiera soltar el libro porque se siente cómodo en el mundo que el escritor ha diseñado para él.

En una narración, los elementos ambientales tienen una función y un tratamiento similar al de los personajes y es imprescindible que sean tratados con el mismo rigor.

Es recomendable que en una novela aparezcan aleatoriamente percepciones de los cinco sentidos humanos, así como las diversas manifestaciones de la naturaleza, ya que estas pueden transmitir alegría, miedo, calma, desespero, nostalgia, etc. Para confirmar esto basta con recordar que las escenas de terror en las películas tienen como escenario vientos fuertes, rayos y lluvias copiosas. Los eventos climatológicos tienen influencia directa en nuestro estado de ánimo y esto debemos aprender a reflejarlo en la literatura.


Los cinco sentidos

El tacto, el olfato, la vista, el oído y el gusto son elementos que también deben estar presentes en toda narración de una manera u otra.

Lo que significa que en algún momento los personajes tienen que comer, tienen que sentir una fragancia agradable, un hedor o simplemente una mezcla de olores porque estos están presentes en nuestra cotidianidad.

Evitar el facilismo es vital para no aburrir al lector. Facilismo es escribir "Elena esperaba con ansiedad a Gerardo y, mientras tanto, disfrutaba del grato olor a tierra húmeda que se esparcía en el entorno".

Con esta redacción facilista se pierde una preciosa oportunidad de ser creativos, y escribir es crear. Esta misma escena puede ser transformada en un momento especial que servirá de recurso para elevar el nivel literario y podría servir de recurso para sacarle mucho más provecho:

Elena esperaba anhelante su encuentro con Gerardo mientras se preguntaba qué de especial encontraban las personas en ese olor a tierra mojada que a ella le parecía tan insoportable y que ahora se esparcía por todo el parque".

La diferencia es que en el segundo ejemplo se ponen de manifiesto más de una caracterización que ayudarían a darle textura y consistencia al relato, al tiempo que ofrece otras ventajas:


1.- Aporta una peculiaridad a la personalidad de la protagonista que puede servir de base para escenas posteriores. Una persona a la que no le agrade el petricor es más proclive a ser selectiva, exquisita o simplemente con sus criterios muy definidos.


2.- Se manifiesta una densidad narrativa muy útil, ya que en pocas palabras no solo caracterizamos a Elena, sino que se añade el dato de un día lluvioso y, de paso, el lugar donde se desarrolla la escena.


3.- A partir de ese pequeño giro se pueden tejer y crear nuevas escenas, reflexiones, moralejas y hasta un final: "Entonces Elena sintió por primera vez el grato e inconfundible olor del petricor" (evidenciando los cambios que amar y ser amado provocan en nuestras vidas y en la forma de percibir el mundo).


Siempre insistimos en que el lector se hace un sinnúmero de preguntas cuando el escritor no ha cerrado de forma coherente todos y cada uno de los elementos que ha ido abriendo en su relato. Esto quiere decir que si estaba lloviendo, no se puede esperar que el lector infiera que ya ha escampado. Es imprescindible que el escritor aluda a ese cambio atmosférico de manera concreta. Pero no siempre tenemos que echar mano de la lluvia, existe la brisa, el calor insoportable, un día soleado, nublado, en fin...


Lo que no podemos permitirnos es que exista un vacío narrativo, por eso hay que evitar que quien lea pueda hacerse preguntas tales como ¿No ha comido nada en todos estos días? ¿No ha tomado un baño? ¿Cómo gana su sustento? ¿No se cansa nunca?

No es necesario que estas actividades cotidianas se repitan cada día de los que conste una novela, pero sí es imperativo aludir a ellas aunque sea una sola vez, bien sea de forma negativa o positiva y, preferiblemente, de una forma indirecta:

"Como Gerardo era traductor de libros y disponía de todo el tiempo para cumplir con el encargo que tenía, pospuso el trabajo para ganar tiempo y tomar una tibia ducha para atenuar el nerviosismo que le producía su primera cita con Elena, algo que había anhelado con tanta vehemencia que ni siquiera notó que no había comido en todo lo que iba de día".

De esta forma solucionaríamos la fuente de ingresos y las acciones comunes a las personas. Por supuesto, el resultado es el mismo aunque lo narremos de forma negativa, el asunto es que no pasen por alto:

"A pesar de la emoción que se adueñaba de Gerardo ante su primer encuentro con Elena, consideró necesario adelantar el trabajo para cumplir con su cliente, aunque ello implicara no poder tomar un baño como le hubiera gustado y hacer algunas valoraciones de los distintos sitios a los que podría invitarla a cenar".


Resumen, cuando huimos de caminos trillados siempre se multiplican las posibilidades de recrear nuevas ópticas para construir una narración sustancial, es decir, que cada párrafo o fragmento posea una densidad informativa que enriquezca nuestra novela y se logre hacer de un acto simple una construcción más novedosa.


Este tema es bastante largo e interesante, por eso, lo retomaremos en el próximo artículo.




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