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Consejo para escritores noveles: Tu voz no es la voz del narrador



Siempre imaginamos el mundo literario (compuesto por escritores y lectores), como un mundo de fantasía y eso apoya la falsa percepción de que el lector creerá todo lo que se escriba. No es cierto. Ni siquiera tratándose de ciencia ficción. Siempre deberá existir algún nexo o congruencia con la realidad.

Una vez dicho esto, hay que repetir hasta el cansancio la vital importancia del inicio de nuestra novela y eso suele preocupar a muchos escritores noveles. La buena noticia es que el principio de una novela puede ser cambiado en cualquier momento, incluso después de haberla terminado por completo. Por lo tanto, es la parte más importante, pero la más fácil de corregir.

Por ahora, te ofrecemos algunos consejos para cuando escribas tu novela en primera persona.


No te infiltres en la historia

Cuando escribas una novela evita los juicios personales, no converses con el lector, narra la historia de forma que lo que quieras transmitir no aparezca descrito a través de tus palabras, sino mediante los parlamentos y la acción de cada personaje.

El objetivo de esta práctica es no entrar en contradicción con el criterio del lector y, así, conservar la armonía entre lo que queremos transmitir y lo que el lector interprete. Si creamos un desencuentro se rompe el vínculo y tendremos un lector predispuesto que no querrá seguir la historia.

Llevemos esto a un ejemplo concreto tomado de una corrección real:

Tienes la idea de que el personaje Laura posea el defecto de una mujer interesada. En este caso, no es oportuno escribir: "Laura, a quien solo le interesaba el dinero del adinerado alcalde...".

Lo ideal es que esta opinión se la vaya formando el lector mientras va valorando las acciones de Laura que se han ido relatando, de modo que sea el lector quien se sienta libre de juzgar desde sus propios patrones morales.

Con esto se cumple uno de los objetivos de cualquier texto literario: dejar una moraleja a través las reflexiones acerca de las consecuencias que acarrean ciertas actitudes en la vida.

Otra ventaja de aplicar esta fórmula es que obliga al escritor a ser más exigente en la redacción de su obra, ya que debe estructurar una personalidad que responda a lo que se quiere reflejar conlleva un ejercicio intelectual que seguramente mejorará las habilidades de un escritor que empieza.


Narración en primera persona

Esta variante es la más frecuente entre los principiantes porque sienten que tienen más control sobre lo que se está escribiendo.

Pero en verdad presenta más complejidades de las que vemos a primera vista.

Veamos algunos errores frecuentes que cometen los escritores al escribir en primera persona:


1.- Transgresión de los límites mentales de los personajes

Debes tener en cuenta cuán creíble es la información que puedes manejar como narrador. Los lectores no perdonan los vacíos o baches narrativos.

Por ejemplo, es un error escribir: "Laura y Violeta habían estaban disgustadas por una fuerte discusión que habían tenido en el vestidor".

Para ello, es indispensable situar esa acción al alcance del conocimiento de quien narra. En el caso de que el narrador sea en primera persona, el relato mismo debe dar respuestas al lector que puede preguntarse ¿Cómo lo supo el narrador? ¿Por qué vía le llegó la información de que estaban disgustadas?

"Injertar" escenas solo porque nos parecen convenientes estropea nuestra novela. No es lo mismo afirmar que "Pedro estaba ebrio" (algo que se puede apreciar a simple vista) que afirmar que "tenía hambre" , ya que es muy difícil afirmar cuándo otra persona tiene hambre o no. En este caso siempre será preferible que el personaje lo manifieste en un parlamento. Lo mismo ocurre con "estar enamorado" y sentimientos similares que solo se hacen convincentes si son declarados por quienes lo experimentan. A partir de ahí ya se puede hacer referencia a ese sentimiento con total libertad.



2.- El tiempo verbal

Si bien la narración en presente es muy valorada por elevar la tensión y la expectativa del lector, hay que considerar que presenta algunas desventajas. Una de ellas es mantener el mismo tiempo verbal a lo largo del relato, incluidas las acotaciones del narrador:

-¿Aún no ha llegado? –pregunto.

-No, aún no –dice Anita. No me mira, tiene los ojos clavados en una novela.

-Bueno –agrego, antes de irme-, avísame cuando llegue.

Digo y salgo nuevamente a la calle.


Es imprescindible velar por no romper esta congruencia porque, de lo contrario, puede crearse cierta confusión en la cronología de los hechos. Lo ideal es reservarla para momentos de clímax, pero nunca para una novela completa.

Este estilo es mejor dejarlo para cuando se haya ganado en experiencia y se tenga un dominio total del arte de escribir.


3.- Retención de la información

Es el desenlace lo que todo lector busca en cualquier tipo de narración. Es por esto que hay que saber dosificar muy bien la información que se va aportando en el transcurso de la historia. No es para nada recomendable retenerlo todo hasta el final porque el lector sentirá que no ha formado parte de la historia o que ha sido un tanto engañado. En algún momento se debe dar alguna pista (muy discreta) de lo que finalmente será la solución. Aun cuando la intención sea de un final inesperado, este debe crearse de una forma que no parezca como caído del cielo, sino como resultado de esos sutiles datos que aparecieron durante la narración.


4.- Tensión dramática

En algún momento de tu novela el narrador en primera persona tendrá que afrontar un momento de gran tensión dramática.

¿Cómo abordarlo?

En los momentos decisivos de nuestra vida es difícil pensar con claridad. Solo al cabo del tiempo podemos analizarlos con relativa frialdad y explicarlos de una forma razonable.

Manejar la descripción de uno de estos momentos desde un punto de vista en primera persona presenta sus dificultades.

Si el narrador es demasiado emocional, los hechos pueden presentarse de manera confusa, desordenada, demasiado temperamental.

El que debería ser un momento culminante de la novela puede acabar siendo una escena caótica que saque al lector de la narración.

O puede suceder justo al contrario, o sea, que se describa con excesiva frialdad, algo que

sacará también al lector de la trama porque este no entenderá cómo es posible ser tan frío ante hechos tan impactantes.

La solución está en alcanzar el equilibrio.

No es nada fácil, pero puedes intentarlo alternando la narración de los acontecimientos y la forma impactante en que el narrador los vivió, usando reflexiones posteriores y tratando de comprender y asimilar los sucesos.

De este modo crearás un relato que sirva de contrapeso al otro, logrando así la armonía entre un desbordamiento de sentimientos y una excesiva frialdad o distanciamiento.


5.- Equilibrio de la narración en primera persona

Otra de las desventajas de escribir en primera persona es que podría resultar contraproducente el "yoísmo" inevitable que se sostiene durante toda la exposición. Esencialmente, a la hora de hacer una descripción física o de carácter.

No es recomendable que el narrador se autodescriba como muy inteligente o todo un dechado de virtudes, de la misma manera que tampoco puede aparecer como alguien excesivamente ingenuo que raye en tonto. Hay que insistir que el lector es el más exigente de los críticos y notará de inmediato el contraste entre la inteligencia que se describe y el no ser perspicaz en todo momento.

Esto se puede evitar si el narrador se vale de escenas que muestren cómo llegó a determinada conclusión para darle solución a un problema, bien sea a través de una anécdota, un libro o una persona que le haya transmitido el conocimiento.

Para evitar la saturación de tanto "yo", una solución es intercalar espacios en que salgamos de la primera persona sin alterar la estructura. Por ejemplo, sustituir fragmentos como "Al entrar al salón, noté que todo estaba oscuro y que las personas apenas podían escucharse entre sí" por una redacción más impersonal: "El salón era un lugar oscuro donde las personas apenas se escuchaban entre sí".

En cuanto a lo físico, no es posible imaginar una autodescripción de la siguiente manera: "Soy una mujer esbelta, de un abundante cabello azabache que contrasta encantadoramente con mis bellos ojos color ámbar. Mi cuerpo es casi perfecto, similar al de una modelo".

Sin embargo, no por eso es preciso prescindir de una bonita autodescripción que, preferiblemente, debe espaciarse valiéndonos de la pertinencia que el propio relato nos vaya demandando. Para lograrlo, podemos aludir a nuestra apariencia externa mediante una comparación con un familiar o una amiga, o mencionando alguna actividad que precise o sea resultado de esas cualidades que queremos mencionar: "Desde pequeña fui amante del ejercicio físico y eso ha ayudado a mantenerme en forma"; "A veces miro la foto de mi abuela paterna y solo encuentro similitud conmigo en el color de sus ojos ámbar, aunque todos afirman que los de ella eran un poco más oscuros que los míos".

"A mi amigo le resultaba más difícil alcanzar la cadena que colgaba del muro por tener una estatura inferior a la mía".

Por supuesto, son ejemplos que solo tienen el propósito de demostrar que podemos darle forma a nuestra apariencia sin que resulte de manera inmodesta o jactanciosa.


Todos los señalamientos mencionados podrían resultar demasiado engorrosos y hasta difíciles de llevar a la práctica, pero hoy contamos con una tecnología tan avanzada que nos permite ir insertando cualquier mejora a nuestro texto.

Un buen libro no se hace en un mes, ni en seis meses.

Por último, te recomiendo una práctica que te puede ayudar a encontrar tus propios vacíos. Consiste en usar un lector de textos automático. Esto ayudará a distanciarte de tu propia novela y podrás escucharla como si estuviera escrita por otro autor. Enseguida notarás los mencionados baches e incoherencia a la que nos hemos referido.


La semana próxima hablaremos de la importancia del tiempo narrativo. Si quieres estar al tanto, suscríbete a mi página:

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